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Un amor que floreció en el Olaya

Ago 12, 2016 | Crónicas, Historias


flores

Mauricio López Rueda

 

Edilberto Cañaveral se enamoró de Omaira Bermúdez hace 25 años, cuando ambos viajaban en una avioneta con rumbo a Apartadó, por diferentes motivos. Edilberto iba en busca de trabajo y Omaira iba a visitar a unos familiares. Edilberto la vio en la sala de espera del Aeropuerto Olaya Herrera, pero no fue capaz ni de preguntarle la hora. Luego, increíblemente, le tocó junto a ella en la aeronave. Entonces se le destrabó la lengua y se presentó. “Buenos días, me llamo Edilberto”, le dijo. Y ella: “Mucho gusto, soy Omaira”. Y así se fueron conversando hasta Urabá. Resulta que ambos eran habitantes del barrio La Palma, pero no se conocían. Ella era muy casera y él se la pasaba trabajando. Pero desde aquel viaje se hicieron amigos, luego se hicieron novios. Hace 21 años se casaron.

 

“Él me enamoró porque era serio, muy auténtico, nunca decía mentiras y siempre ha sido muy trabajador. Me regalaba flores y me dedicaba canciones. Es muy romántico”, cuenta Omaira, quien hoy día sigue tan enamorada como antaño.

 

Edilberto y su esposa trabajan vendiendo flores en la Placita de Flores, al noroccidente de Medellín. Suben hasta Santa Elena, compran las flores en varias fincas, y luego las bajan a Medellín para comerciarlas.

 

“Es un trabajo bonito y nos gusta mucho madrugar todos los días porque las flores tienen mucho que ver con nuestra historia de amor. Mejor dicho, las flores son las cosas más bonitas del mundo”, señala Edilberto, quien con mucho tacto dedica entre tres y cuatro horas podando y arreglando cada flor, cada ramo, cada rosa, para luego entregarla a los clientes. Omaira es la que hace los adornos.

 

“Diariamente podemos vender hasta 80 o 100 flores, pero en fiestas vendemos hasta el doble, y a veces más. Los que más compran son los extranjeros”, asegura Edilberto, un hombre maduro, pulido en el trabajo, y quien a pesar de los años, no ha perdido la magia seductora con la que conquistó a Omaira. Todavía le regala flores, todavía le dedica canciones e incluso, cada dos meses se la lleva de paseo a algún municipio de Antioquia. Una historia de amor que comenzó en los cielos medellinenses y que persiste en el tiempo gracias a las flores.

 

Edilberto

 

 

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